Polémica en ANEP: director propone eliminar exámenes para evitar el abandono estudiantil
Antonio Romano, director de Políticas Educativas de la ANEP, plantea que el sistema educativo uruguayo mantiene una estructura demasiado selectiva, especialmente en la educación obligatoria. Según explica, Uruguay sigue funcionando con una lógica en la cual los estudiantes deben superar distintos filtros —como los exámenes y la repetición— que terminan dejando por el camino a una parte muy significativa de los adolescentes. Para él, esto no solo es injusto, sino también ineficaz, porque contradice el objetivo central de la educación obligatoria: que todos los jóvenes completen su formación básica.
Romano destaca que solo cuatro de cada diez jóvenes logran terminar el bachillerato dentro del plazo previsto por la normativa vigente. A su entender, este dato muestra que el sistema no está cumpliendo con lo que debería. Para él, la obligación legal de que los jóvenes asistan y finalicen sus estudios no puede estar acompañada de mecanismos que funcionan como barreras que muchos no pueden superar. Considera que un examen, tal como está planteado hoy, no solo evalúa conocimientos, sino que actúa como un mecanismo de selección: unos pasan y otros quedan excluidos. Y sostiene que en la educación obligatoria ese tipo de selectividad carece de sentido.
En su visión, los exámenes responden a una lógica propia de la educación superior, donde sí se justifica certificar habilidades específicas o conocimientos avanzados. Sin embargo, opina que en primaria y secundaria el foco debería estar en garantizar que todos aprendan lo esencial para participar en la sociedad, independientemente de su ritmo o contexto. Para Romano, la función de los docentes no debe ser decidir quién avanza y quién no, sino encontrar la mejor forma de enseñar a cada estudiante. Él sostiene que los profesores tienen la capacidad de transmitir saberes, de acompañar procesos y de generar aprendizajes significativos, y que reducir su rol al de “certificadores” empobrece el vínculo educativo.
Propone sustituir los exámenes y la repetición por un sistema de evaluación continua, donde el estudiante reciba acompañamiento a lo largo de todo el año. Para Romano, si un alumno tiene dificultades, el sistema debe intervenir antes de que se acumule un fracaso; no al final, cuando ya es demasiado tarde. Menciona la necesidad de crear estructuras como tutorías, apoyos permanentes, trabajos por proyectos o portafolios, y un seguimiento cercano de cada trayectoria. También coincide con otros planteos de la ANEP que buscan disminuir la repetición y evitar que el estudiante se “estanque” en un mismo curso sin abordarse los problemas de fondo.
Romano considera que el actual modelo uruguayo tiene herencias históricas que ya no responden a la realidad social. Señala que durante décadas los liceos estaban pensados para preparar a una minoría para la universidad, y que esa matriz se mantuvo en el tiempo, pese a que hoy todos deben transitar la educación obligatoria. Según su análisis, esto provoca que muchos estudiantes sientan que el sistema no está hecho para ellos, que no pueden “dar la talla”, y terminan desconectándose o abandonando.
El director también advierte que eliminar los exámenes requiere cambios profundos y que habrá resistencias, ya que implica transformar prácticas muy arraigadas y modificar el papel tradicional de los docentes en la evaluación. Pero insiste en que es posible mantener la calidad educativa sin recurrir a exámenes que funcionen como filtros. Para él, una educación de calidad es aquella que logra que todos los estudiantes aprendan y progresen, no solo quienes tienen facilidad para rendir pruebas formales.
Romano plantea, además, que la educación obligatoria debe entenderse como un espacio de formación ciudadana. No se trata únicamente de acumular contenidos, sino de desarrollar capacidades para convivir, pensar críticamente y participar en la vida democrática. Por eso, sostiene que la educación no debería transmitir la idea de que solo algunos “sirven” para seguir estudiando. Él afirma que muchos estudiantes expresan, de distintas maneras, que sienten que en las aulas no pasa nada significativo, y cree que el sistema debe ser capaz de escucharlos y adaptarse.
En síntesis, Romano defiende una transformación profunda en la forma de evaluar y acompañar a los estudiantes. Propone eliminar los exámenes y reducir la repetición, no para bajar el nivel, sino para garantizar que todos los jóvenes tengan la posibilidad real de completar la educación obligatoria con aprendizajes sólidos y adecuados a su etapa de desarrollo. Su postura busca desplazar la mirada desde la selección hacia la inclusión, dejando atrás un modelo que él considera antiguo y reemplazándolo por uno centrado en el acompañamiento, la continuidad y el derecho efectivo a la educación.
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